Baruch Spinoza
manoseado por Simón Royo
Hoy comentamos este artículo Antonio Damasio y Spinoza publicado en
Rebelión 29-08-2006 http://www.rebelion.org/noticia.php?id=36773
¿Nos leerá Simonete? En posts anteriores recriminábamos a Simón Royo su diletantismo de cocinilla metomentodo. Ya saben nuestros lectores que la especie de “los filósofos postmodernos” ofrece recetas para solucionar los problemas del planeta sin tener la pajolera idea de economía o geopolítica. Un par de eslóganes repetidos machaconamente parecen bastar para erigirse en pensador soteriológico y llevarse becas por enchufe.
En uno de sus últimos enrevesados artículos perpetrados para rebelión.org, Simón Royo trata de defenderse de lo mencionado más arriba. No es que estemos en contra de lo que pretende explicarnos (es conveniente aunar disciplinas varias para aplicarlas a la vida, eso que en inglés se denomina “embodied philosophy”), pero Simón Royo, como siempre, reincide tercamente en su estrictismo político.
Para situarnos bien, Simón Royo, que va de “guay”, es “guay” porque se alinea con «los que apostamos por la corriente socializante y comunista». Consciente de la limitación de nuestras entendederas, Simón Royo confronta pedagógicamente la familia hobbesiana (individualista, propietarista, egotista, narcisista, voluntarista) con la roussoniana (social, socialista, comunista, altruista, colectivista y racionalista).
En las coordenadas mentales de Simón Royo, estas familias antagónicas adquieren tintes mitológicos. Es como si estuviéramos hablando de la batalla entre asuras y devas… ¿Quién es quién? Pues lo malos malísimos somos todo occidente más Israel y los buenos buenísimos Ahmadineyad, Chávez, Evo Morales, teocracias medievales y comunismos albano-polpotianos. No, claro, no los menciona aquí, pero todos los que leemos sus panfletos ya estamos al corriente de sus baladronadas.
Repetimos: Simón Royo siempre dice lo mismo. En este artículo concretamente Simón Royo recorta-pega-y-colorea un fragmento de un libro del neurólogo portugués Antonio Damasio, en el que habla del desprendimiento que sentía Baruch Spinoza por las posesiones materiales al renunciar éste a su herencia familiar. Con algo debe adornar Don Simón su maravilloso artículo —amén de sus faltas ortográficas, claro—.
Bien, perfecto. Spinoza fue capaz renunciar al dinero. ¿Y qué? ¿Qué nos quieres decir? ¿Precisamente tú, un hijo de papá que has caído en desgracia por tu propia ineptitud y no por una consciente renuncia espiritual? ¿Te crees que eres el príncipe Siddhartha abandonando su palacio? ¿Vas de roussoniano y buen-salvajista cuando dirimes las discusiones con la violencia física?
Además, eres tan corto de luces, Simón, que hasta las citas las endilgas patosamente. Siguiendo tu estilo deconstructivo transcribes mal una de las citas latinas más populares de la filosofía:
Con este aureum dictum intentas apelar por un reparto equitativo de bienes materiales para todo el mundo. En realidad, Simón, el primum vivere, deinde philophari era un precepto de los antiguos por el que se mofaban de las personas que sólo sabían filosofar o discutir y no eran capaces de conseguir para sí los medios de existencia. Lo mismo se puede decir de ti y de la postmodernidad: no servís para nada.
En uno de sus últimos enrevesados artículos perpetrados para rebelión.org, Simón Royo trata de defenderse de lo mencionado más arriba. No es que estemos en contra de lo que pretende explicarnos (es conveniente aunar disciplinas varias para aplicarlas a la vida, eso que en inglés se denomina “embodied philosophy”), pero Simón Royo, como siempre, reincide tercamente en su estrictismo político.
Para situarnos bien, Simón Royo, que va de “guay”, es “guay” porque se alinea con «los que apostamos por la corriente socializante y comunista». Consciente de la limitación de nuestras entendederas, Simón Royo confronta pedagógicamente la familia hobbesiana (individualista, propietarista, egotista, narcisista, voluntarista) con la roussoniana (social, socialista, comunista, altruista, colectivista y racionalista).
En las coordenadas mentales de Simón Royo, estas familias antagónicas adquieren tintes mitológicos. Es como si estuviéramos hablando de la batalla entre asuras y devas… ¿Quién es quién? Pues lo malos malísimos somos todo occidente más Israel y los buenos buenísimos Ahmadineyad, Chávez, Evo Morales, teocracias medievales y comunismos albano-polpotianos. No, claro, no los menciona aquí, pero todos los que leemos sus panfletos ya estamos al corriente de sus baladronadas.
Repetimos: Simón Royo siempre dice lo mismo. En este artículo concretamente Simón Royo recorta-pega-y-colorea un fragmento de un libro del neurólogo portugués Antonio Damasio, en el que habla del desprendimiento que sentía Baruch Spinoza por las posesiones materiales al renunciar éste a su herencia familiar. Con algo debe adornar Don Simón su maravilloso artículo —amén de sus faltas ortográficas, claro—.
Bien, perfecto. Spinoza fue capaz renunciar al dinero. ¿Y qué? ¿Qué nos quieres decir? ¿Precisamente tú, un hijo de papá que has caído en desgracia por tu propia ineptitud y no por una consciente renuncia espiritual? ¿Te crees que eres el príncipe Siddhartha abandonando su palacio? ¿Vas de roussoniano y buen-salvajista cuando dirimes las discusiones con la violencia física?
Además, eres tan corto de luces, Simón, que hasta las citas las endilgas patosamente. Siguiendo tu estilo deconstructivo transcribes mal una de las citas latinas más populares de la filosofía:
* «Primun vivere, deide philosophari»Obviamente debería ser primum vivere, deinde philophari. Pero no sólo es eso, sino que también la empleas con un sentido equivocado ya que a continuación de la cita escribes «ciertamente no sólo de libros vive el hombre, sino principalmente de pan».
Con este aureum dictum intentas apelar por un reparto equitativo de bienes materiales para todo el mundo. En realidad, Simón, el primum vivere, deinde philophari era un precepto de los antiguos por el que se mofaban de las personas que sólo sabían filosofar o discutir y no eran capaces de conseguir para sí los medios de existencia. Lo mismo se puede decir de ti y de la postmodernidad: no servís para nada.